jueves, 13 de mayo de 2010

ETAPA 9: OLIVA DE PLASENCIA - FUENTERROBLE DE SALVATIERRA




KM: 75.47
TIEMPO: 5:48:21
V. MAX: 46.8
V. MEDIA: 13.01
T. TOTAL; 49.44
KM. TOTAL : 673

La crónica de esta etapa la escribo un día después, pues no pude hacerla anoche, ni tomar notas siquiera, quizá por eso pueda estar un poquito pobre.
Me levanté a las 8,30, desayuné tranquilo, y el día aparece con un aspecto de caer una tormenta de aquí te espero, me preparo para el agua y me voy a la carretera, temiendo que el camino estuviera mal después de estar casi toda la noche lloviendo. Tal como salgo se pone a llover y va a estar haciéndolo toda la mañan y parte de la tarde.Hoy me toca subir un puerto de montaña respetable, aún por carretera, el puerto de Béjar. A sus pies me encuentro una pareja que va en bici, ella con una normal y él con una de estas transformadas que viaja acostado con los pedales sobre la rueda de delante y el manilla donde debían estar los pedales. No me explico cómo mantiene el equilibrio. Tras charlar un rato nos ponemos a andar los tres, ella se va por delante con ventaja, pero él se queda detrás mnada más salir. En el siguientes pueblo me la veo sentada en un banco esperando. Me despido y continúo sólo subiendo por unas pendientes que asustan, pero al ser por la mañana y con un desarrollo a mi medida, las subo sin tener que pararme. En la cima del puerto un gasolinero me jura que el camino está muy bien, y que se puede ir tranquilo, por lo que para bajar el puerto, tomo de nuevo el camino. La bajada, bién, pero en cuanto empieza a subir hacia el siguiente pueblo, tengo que arrastrar la bici más de un kilómetro, así que después de cruzar el pueblo me vuelvo a la carretera. (Otro día pondré los nombres de los pueblos, que ahora no recuerdo). Mi interés de hoy era llegar a Fuenterroble de salvatierra, a un albergue que tiene el párroco en su casa que tiene fama entre los caminantes de ser el que mejor acoje del camino. Llego allí bastante tarde, sobre las ocho, y me instalo "en mi casa" como dicen ellos. Pero no me deja el cura Blas y Emilio, uno de sus ayudantes. "Es la hora de la misa, ¿quien viene a misa?" Al que duda, empujoncito y pa misa. La misa es peculiar. Los niños del pueblo los sientan en el suelo delante, reciben su catequesis breve y la homilía va dirigida a los peregrinos, en tres idiomas. El cura habla en español y francés y otro de sus ayudantes traduce al alemán. No sin antes identificar de dónde venimos cada uno: franceses alemanes, belgas, una sueca, una kazaja, vascos y un andalú, o sea yo.Después de escuchar la homilía, de hablarle a los niños del deseo que nace en cada uno de peregrinar, y de lo que hemos dejado para estar aquí, en el camino, a mí se me hace un nudo en la garganta y me pongo a llorar como un niño chico. No sé que cosa concreta fué la que me conmovió, pero por mucho que intenté disimular no pude hacerlo y tuve que seguir la misa entre lágrimas.
Por la noche fuí al bar a cenar,y me invitó a sentarme con él un catalán y echamos un rato agradable charlando. Todos los días, despues de haber estado todo el día solo, aunque camines con otros, cada uno va a su ritmo y separado a veces cientos de metros de los otros, con lo que la mayoría del camino se hace en silencio, quieras o no. Este catalán hacía el camino al reves. Había hecho el camino francés y como le sobraban unos dís tomó la via de la plata hacia abajo. También iba en bici pero dice que hacía cada día más de cien kms.
Antes de que termine el partido de fútbol, que sonaba al fondo en el bar, me marcho a dormir al albergue, donde ya está todo en silencio y no hay un sitio adecuado para ponerse a escribir, por lo que esta crónica la hago hoy.
Por cierto, dormí en el pabellón americano y me contaron su historia. Dice que pasaron por aquí unos americanos y se sintieron muy bien acogidos. Tanto, que al cabo de los años, enviaron un cheque de 10.000 $ para ampliar el albergue, e incluso mandaron la madera de la que está recubierto desde allí. Por eso, esta habitación tiene en la puerta un mástil con una bandera americana.

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